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GÁLATAS 5. LUCHA DE FUERZAS
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LUCHA DE FUERZAS
Gálatas 5:16 Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. 17 La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu. Y el Espíritu nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí, entonces ustedes no son libres para llevar a cabo sus buenas intenciones. 24 Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí. 25 Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida. NTV.
Pese a tener muchos años en los caminos del Señor, un gran número de creyentes tienen deseos naturales hacia el mal y no los pueden ignorar. Estos perversos deseos no desaparecen automáticamente cuando las personas aceptan a Jesucristo como su Señor y Salvador. Estos deseos muchas veces persisten por que los creyentes no llegan a mantener una estrecha relación con el Señor. Pues no dan tiempo a la oración ni tampoco al estudio de las Sagradas Escrituras. Cuando la mente del creyente está vacía de las Escrituras, los deseos carnales se fortalecen y debilitan la voluntad del creyente a no ceder a los impulsos de su vieja naturaleza carnal. Cuando el espíritu del creyente está debilitado, los deseos carnales fácilmente llegan a dominarlos hasta el punto de llevarlos a caer en el pecado.
Cuando el redimido acepta a Jesucristo en su corazón, pasa a ser morada del Espíritu Santo. Este Espíritu de Dios ayuda al creyente para que no seda fácilmente a los impulsos de su naturaleza carnal, porque los deseos del Espíritu Santo son opuestos a los deseos de la carne. Como los deseos de la carne y los deseos del Espíritu son opuestos, existe un conflicto entre ellos en el interior del creyente. La carne quiere satisfacer sus deseos carnales y desea que el creyente ceda a esos deseos. En tanto que el Espíritu quiere agradar a Dios y desea que el creyente viva bajo la voluntad de Dios honrándole y glorificándole. Por eso para el cristiano, hacer lo que la naturaleza espiritual pide es experimentar la vida que tiene en Cristo. El cristiano es libre pero su libertad es limitada a no hacer lo malo.
Todos los que han aceptado el sacrificio realizado por Jesucristo, han crucificado los deseos de su naturaleza carnal en la cruz, por ende, esos perversos deseos ya no tienen que gobernar la vida del creyente. En la cruz de Cristo, los deseos carnales como las pasiones y los placeres de este mundo están muertos, en el sentido que ya no tienen dominio de mantenerlos esclavizados como antes de que el creyente aceptara al Señor. Es importante aclarar que la analogía paulina de la crucifixión de la carne no quiere decir que los deseos carnales hayan muerto completamente. La crucifixión de la carne quiere decir que el poder de la carne o del viejo hombre ha sido quebrantado. El poder del Espíritu en Cristo Jesús puede mantener el dominio de la carne sin ningún poder en el creyente, siempre y cuando el creyente camine en el poder del Espíritu Santo. Para el creyente, el poder de la carne ya no es como antes que estaba esclavizado en su dominio, ya que ahora tiene en su interior morando al Espíritu Santo de Dios, Quien es más poderoso que la carne, además la naturaleza carnal fue herida de muerte cuando fue crucificada junto a Jesucristo en el madero.
Queridos hermanos. Si queremos agradar a Dios con nuestras vidas, debemos apartarnos de nuestro pecado y clavar voluntariamente nuestros malos deseos naturales a la cruz. Por su puesto esto no será nada fácil ya que los deseos de la carne batallarán para que cedamos a sus deseos pecaminosos, pero pese a que la carne batalle, ya está herida de muerte, además tenemos al Espíritu Santo de nuestro lado, quien es más poderoso que los deseos de la carne. Hermanos, pese a nuestra conversión a Cristo, todavía tenemos la capacidad para pecar contra Dios, pero hemos sido liberados del poder del pecado y no debemos dejarnos dominar por él. Cada día debemos entregarle nuestras tendencias pecaminosas a Dios y a su control, clavándolas en la cruz de Cristo. Tengamos presente que nuestra única vía a la libertad de nuestros deseos naturales hacia el mal es por medio del poder del Espíritu Santo que mora en nuestro interior.
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Gálatas 5:16 Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. 17 La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu. Y el Espíritu nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí, entonces ustedes no son libres para llevar a cabo sus buenas intenciones. 24 Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí. 25 Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida. NTV.
Pese a tener muchos años en los caminos del Señor, un gran número de creyentes tienen deseos naturales hacia el mal y no los pueden ignorar. Estos perversos deseos no desaparecen automáticamente cuando las personas aceptan a Jesucristo como su Señor y Salvador. Estos deseos muchas veces persisten por que los creyentes no llegan a mantener una estrecha relación con el Señor. Pues no dan tiempo a la oración ni tampoco al estudio de las Sagradas Escrituras. Cuando la mente del creyente está vacía de las Escrituras, los deseos carnales se fortalecen y debilitan la voluntad del creyente a no ceder a los impulsos de su vieja naturaleza carnal. Cuando el espíritu del creyente está debilitado, los deseos carnales fácilmente llegan a dominarlos hasta el punto de llevarlos a caer en el pecado.
Cuando el redimido acepta a Jesucristo en su corazón, pasa a ser morada del Espíritu Santo. Este Espíritu de Dios ayuda al creyente para que no seda fácilmente a los impulsos de su naturaleza carnal, porque los deseos del Espíritu Santo son opuestos a los deseos de la carne. Como los deseos de la carne y los deseos del Espíritu son opuestos, existe un conflicto entre ellos en el interior del creyente. La carne quiere satisfacer sus deseos carnales y desea que el creyente ceda a esos deseos. En tanto que el Espíritu quiere agradar a Dios y desea que el creyente viva bajo la voluntad de Dios honrándole y glorificándole. Por eso para el cristiano, hacer lo que la naturaleza espiritual pide es experimentar la vida que tiene en Cristo. El cristiano es libre pero su libertad es limitada a no hacer lo malo.
Todos los que han aceptado el sacrificio realizado por Jesucristo, han crucificado los deseos de su naturaleza carnal en la cruz, por ende, esos perversos deseos ya no tienen que gobernar la vida del creyente. En la cruz de Cristo, los deseos carnales como las pasiones y los placeres de este mundo están muertos, en el sentido que ya no tienen dominio de mantenerlos esclavizados como antes de que el creyente aceptara al Señor. Es importante aclarar que la analogía paulina de la crucifixión de la carne no quiere decir que los deseos carnales hayan muerto completamente. La crucifixión de la carne quiere decir que el poder de la carne o del viejo hombre ha sido quebrantado. El poder del Espíritu en Cristo Jesús puede mantener el dominio de la carne sin ningún poder en el creyente, siempre y cuando el creyente camine en el poder del Espíritu Santo. Para el creyente, el poder de la carne ya no es como antes que estaba esclavizado en su dominio, ya que ahora tiene en su interior morando al Espíritu Santo de Dios, Quien es más poderoso que la carne, además la naturaleza carnal fue herida de muerte cuando fue crucificada junto a Jesucristo en el madero.
Queridos hermanos. Si queremos agradar a Dios con nuestras vidas, debemos apartarnos de nuestro pecado y clavar voluntariamente nuestros malos deseos naturales a la cruz. Por su puesto esto no será nada fácil ya que los deseos de la carne batallarán para que cedamos a sus deseos pecaminosos, pero pese a que la carne batalle, ya está herida de muerte, además tenemos al Espíritu Santo de nuestro lado, quien es más poderoso que los deseos de la carne. Hermanos, pese a nuestra conversión a Cristo, todavía tenemos la capacidad para pecar contra Dios, pero hemos sido liberados del poder del pecado y no debemos dejarnos dominar por él. Cada día debemos entregarle nuestras tendencias pecaminosas a Dios y a su control, clavándolas en la cruz de Cristo. Tengamos presente que nuestra única vía a la libertad de nuestros deseos naturales hacia el mal es por medio del poder del Espíritu Santo que mora en nuestro interior.
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